¡Posmodernidad! Como un coscacho a los grandes relatos… incluidos la educación.

¡Demasiado Marxista para ser posmoderna, Ana !, ¡demasiado feminista para ser Marxista, Ana! , ¡demasiado artista para ser Marxista, Ana!
Lo importante es que en apariencia nos sobra mucho.

Y empezaré diciendo que dentro de esta innegable opulencia del exceso cada vez que pienso sobre la modernidad liquida, no me remite a pensar mucho más allá del concepto mismo de posmodernidad, y el romance catártico que tiene con esa aceleración capitalista del no discurso, el efecto de un inmediato y la necesidad de saciar una insaciable sociedad educada para el consumo. Una vertiginosa experiencia de carácter famélico y devorador. (Pienso en un badulaque Milei cantando en el Lollapalooza y es fácil querer llorar, pero también es fácil poder reír)


Hay tantas cosas que me resuenan al leer a Bauman que si no fuera transfeminista y tuviera veinticinco años, me lo tragaría sin rechistar todo de “Pe a Pa”, pero más que reproches concretos son dudas, dudas que bien podrían ser apasionadas conversaciones o preguntas que me gustaría responder para obviamente, tener nuevas preguntas que hacer.
¿Qué pasa con esta idea de la verdad, a la que apela la crítica a la modernidad líquida? Si bien la modernidad parece tan sujeta a esta imagen irreductible sobre todo un ejercicio “veridico” sobre: los hechos, sobre la naturaleza de las cosas, sobre la identidad de las cosas , me pregunto ¿qué tan poco válido es el pensamiento decoloneal entonces según Bauman? ¿Acaso las mismas epistemologías del sur no son un sacudón a deconstruir el gran relato lógico matemático, blanco, verticalizado, de nuestra herencia greco romana?
Si, lo sé, definitivamente seguimos usando el esquema lógico matemático y de este, nuestro ideal de estado, sus leyes y la economía, pero ¿no es acaso el reconocer la posibilidad de otras formas de pensamiento, a través del cuestionarse el mismo origen de determinado pensamiento y cuando este se hace, por lo tanto; el carácter mismo de sus formas, de su lenguaje, de sus métodos y de sus maneras?

Tanto estoy de acuerdo con Bauman como marxista, en que los problemas de una modernidad líquida conllevan hacia esa carrera desbordada, e imparable hacia el capitalismo salvaje del que ya somos testigxs y partícipes, pero, tanto más estoy en desacuerdo con él, en que se ningunee los discursos que llegando desde esos incipientes origenes posmodernos, encontramos posicionamientos discursivos como “lo personal es político” de un feminismo que bien puede ser transversal en varias líneas decoloniales, antiraciales, de equidad y justicia de género, su importancia también radica en la posibilidad, de una nueva lectura hacia miradas que parecen no ser tan desacertadas cuando proponemos una crítica a los fundamentos y los cimientos de los mismos, para no recaer en las mismos ejercicios fundamentales que retornan a los orígenes del problema, en un círculo algo viciado por un desencanto aparentemente irresoluble y por lo tanto lo encarnan, y lo vuelven concreto, ley y doctrina.

Si bien una fe antropológica pueda hacernos reconocer el problema en sí mismo y quizás la alegría por buscar las soluciones (en plural) a esta aceleración, nos haga pensar en otras observaciones al mismo problema pero desde otro punto de vista como el de Harmut Rosa que a diferencia de Bauman nos dice que en la actualidad las personas no aceleran para avanzar, pues el tiempo de avanzar ya no es posible. Rosa afirma que aceleramos para mantenernos, por eso pienso que tanto el discurso del progreso como el de acelerar, transita por lo estático, por lo que nos permite la permanencia, aún cuando Bauman alegue que esta sea un deseo tambaleante o un no deseo, en lo que yo discrepo, porque si bien queremos destacar el deseo mimético que nos empuja a ser reconocidos por otrxs en colectividad también nos junta aún cuando en apariencia nos separe. Este deseo hace que por ejemplo, lxs docentes que nos capacitamos en maestrías si bien aprenderemos cosas nuevas unxs más, otrxs menos, todxs necesitamos nuestra certificación maestrante para reconocer el legítimo derecho al acceso a esa misma cuerda tambaleante que nos junta en la palestra de la docencia.
Por tal motivo también me inquieta cuando Bauman afirma que palabras como: culturas, redes o equipos, son parte de una identidad volátil, cuando las culturas son eso, varias y el reconocer que si bien unas han sido subordinadas a otras, este ejercicio es un ejercicio sustentado por dinámicas de poder violentas a lo largo de la historia (racismo, sexismo, colonialismo, clasismo, etc) no son parte una homogeneidad, por lo tanto no son solo una. También entender que el legitimar solo desde una cultural, determina el foco de investigación, los intereses de la cultura implicada y la subordinación o deslegitimación de las otredades. Tanto así como el sentido de las palabras redes y sí, lamentablemente o asertivamente el término “influencia” porque de estas en determinadas culturas depende el desarrollo de las personas. Lo que al no reconocerlas o querer rechazarlas posiciona un pensamiento poco horizontal, punitivo y que deslegitima esa necesidad misma de freno de la que el autor tanto dice anhela, puesto que su posición ante esta aparente errática forma descontrolada de aceleración pareciera ser quedarnos una modernidad insalubre en donde el capitalismo no es cuestionado y que de hecho parece ser permisible siempre y cuando mantenga ciertos parámetros de una tradición bastante cuestionables por decir poco.

Con esto solo quiero discrepar en que si bien se cuestiona que la posmodernidad es fundamentalmente una puerta hacia un aparente sin sabor, sin forma y sin estructura, lo es menos una contemporaneidad (la nuestra, que no sabría cómo llamarla) que gracias a una parte de la posmodernidad se cuestiona inclusive sus propios ejercicios para ejercer o intentar reestructuras y descontrucciones más urgentes, no por rapidez sino por posibles, más que la necia gana de querer tener el método único del control; ciencia hacia una dinámica de poder, forma estructura, método y acción semejante o iguales a las mismas que criticamos. Y de tal forma esto arrastra en sí a toda las pertenecías de los conocimientos que si bien podrán ser líquidos para algunxs e insignificantes en ese estado por no cristalizarse, para otrxs es la evidente corriente que desemboca en un mar más complejo en el que hay que aprender a navegar desde las translateralidades y no desde la barca de una modernidad que ha tenido unos aciertos y otros tantas necedades que no estoy segura que debamos arrastrar a las aulas solo porque así lo hicieron nuestrxs abuelxs.
Ahora le apunto a un líquido como un mar extenso, navegable o no, pero ciertamente no a un vaso en el desierto, que aunque bebible, será insuficiente.

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